Vino

Y entonces el miedo de que te toquen esos sacacorchos horribles que no proveen ninguna ayuda a la tarea: tirabuzón y nada más. Entonces hay que embocarle al medio del corcho, rezar que éste no se parta y queden pedacitos flotando en el vino. Incluso una vez el corcho fuera, queda el miedo de que un fragmento se cole entre el líquido. Después hacer fuerza para abajo y para arriba, cuidado los ojos, y mirá qué flojo que no lo puede abrir, a ver si Cacho puede.
Me gusta el ruido que se produce en la primer servida: tuc, tuc, tuc, tuc, tuc (cada vez más agudo). Qué lindo es. Lástima que las servidas subsiguientes ya no producen el mismo efecto. Por eso en mi casa tengo muchísimas botellas a medio terminar: la impaciencia por escuchar el ruidito me consume.
Bueno, no estoy orgulloso de este post. Pero sí del vino Gato Negro. Y tenía ganas de escribir.
2 Comentarios:
amo el vino..
sobre todo con un buen spaggetti (creo que así se escribe) con camarones... aunque suele darme sueño :)
Gracias Ary Manzana...
aunque a veces aunque no lo permitamos nos hacen daño...es como inevitable...
¿Cómo permito que no me lastimen desde lo lejos?
Si es cuando más indefensa me puedo encontrar...
;)
Lorenza.
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