lunes, enero 11, 2010

Se terminó

Yo no sé cómo estoy acá sentado escribiendo esto, habiendo comido aunque sea una vez un yogur. Debe ser que renuncio a ciertas cosas fácilmente. Como cuando uno come yogur. Uno lo abre y hay mucho. Con la cucharita lo va bajando. Y llega un momento en el cual ya no queda casi nada, pero siempre algo queda. Entonces uno empieza a pasear la cuchara por las aristas, juntando un poquito por acá, después agarrando de los bordes y empujando hacia abajo o hacia los costados. Y el ya famoso ruido "toc, toc, slup, slup". Y después de juntar algo que debe caber en un octavo de la cucharita, uno lo traga y siente más el gusto del metal que otra cosa.

Pero todavía se ven restos de yogur por ahí y por allá. Entonces de nuevo, y ahora sólo un veinteavo de la cucharita. ¡Pero todavía queda! ¿Cuándo parar? Entonces uno renuncia. Uno es débil. Y no quedaría elegante lamer el fondo del potecito, ni siquiera tenemos una lengua larga como la de un perro. Así que uno intenta olvidar el asunto, poner la mente en blanco o pensar otra cosa. Y entonces uno se sienta a escribir en su blog.