sábado, mayo 21, 2005

Un perro y un subte

El otro día viajé en subte. Me subí en la línea D (para mi es la verde) e hice combinación con la B (la roja). Más o menos en la estación Pueyrredón entró un perro al vagón en donde me encontraba, desde otro vagón, no desde afuera. Entre idas y vueltas, se sentó y se acurrucó lejos de mi, en la punta. Más tarde vino hacia mi y nuevamente se echó al piso, a dormir.

Cada vez que el subte llegaba a una estación, por causa de la frenada "de golpe", el perro se sobresaltaba, miraba para todos lados y se volvía a dormir. Y así en cada parada.

Hasta que en Medrano, me parece, ni bien el subte frenó el perro se levantó, se bajó del tren y subió por las escaleras, hacia afuera. Yo, y todos los presentes en el vagón nos quedamos mirando al perro, asombradísimos, sin entender. Hubiera parecido que el perro tenía trámites en ese lugar, por la rapidez y la falta de duda con la que se marchó.

Encima esto ocurrió a la mañana. Uno podría comparar a ese perro con los viajantes habituales, matutinos del subte: laburantes que van durmiendo, y cuando llega una estación se despiertan, miran para todos lados para ver si ya llegaron, y cuando es así entonces se bajan rapidísimo, por miedo a pasarse.