Ida y vuelta
Quien por la noche haya caminado entre el pabellón II y el I de Ciudad Universitaria puede dar crédito del siguiente espectáculo. Una calle, de no más de 2 metros y medio de ancho, comunica los dos edificios. En los pastizales, perros callejeros juegan entre ellos y miran a las personas que pasan por ahí... Siempre y cuando no pase un auto. Porque cuando pasa un auto, enseguida la jauría se apelotona en medio de la calle, prácticamente sin dejar pasar al móvil, que debe reducir se velocidad notablemente, y le ladran a coro. Lo hacen de frente, sin miedo, y van siendo empujados de a poco, sin ser tocados, por el vehículo que avanza. Hasta que llegan al final de la calle, momento en el cual la diversión termina para ellos. Pero unos segundos, no más, porque ya se distingue a lo lejos las luces de un nuevo auto, y ellos se largan a correr tras el, para frenarlo, obligarlo a ceder, y ladrar terríblemente.
Y no se cansan, siguen toda la noche. Vayan a verlos.
Y no se cansan, siguen toda la noche. Vayan a verlos.