El hombre que sabe la hora

Manzanillo sale de la clase de Métodos Numéricos. Baja las escaleras del pabellón y sale hacia la calle. Mete la mano en el bolsillo interior de su abrigo, saca unos auriculares, se los pone y vuelve a estar con los Beatles. La noche está fresca y se prende el saco hasta el cuello. Camina por el pasto y después por un caminito de tierra. Cruza la calle y se dirige a la parada del 42. Y cree oir un ruido, una voz, alguien que lo llama. Escucha de nuevo y mira para la izquierda. Una persona, a veinte metros de el, le pregunta la hora. Manzanillo mete la mano en el bolsillo derecho de su saco, saca un reloj y contesta: las nuevas y cuarenta. No le gusta llevar el reloj en la mano, le molesta, le pesa.
Sigue su camino y llega a la parada. Una chica rubia, muy linda, está delante suyo. Tiene el pelo atado en colita y unos aros circulares, y Manzanillo piensa que le queda bien. Se queda pensando porqué exáctamente es que le queda bien, cuando de golpe la chica se da vuelta y le pregunta la hora. Manzanillo en un primer momento no entiende la pregunta, está pensando en otra cosa. Pero luego hace un esfuerzo y comprende. Casi mete la mano en el bolsillo pero se acuerda de que hace un minuto respondió la misma pregunta: entonces le contesta.